MAS NO SUPIERON NUNCA…
Mas no supieron nunca
que nos amamos,
y la fuente que llora
solitaria en la sombra
nunca vio reflejarse
nuestra dicha
en la dulzura inmóvil de
sus ondas.
La galería sueña con sus
viejos retratos
en marcos de oro, y con
sus paisajes
de monterías invernales,
donde hay un dulce ciervo
que brama porque un perro
hinca furiosamente los
colmillos
en sus ijares espumosos,
pero la galería que duerme
desde el tiempo
de aquellas cacerías en la
Sierra
nunca supo que nos amamos.
El comedor se alumbra con
los pámpanos
de la parra que escala los
balcones.
Se perfuma en un hálito de
fruteros repletos
de fresas, de manzanas y
de peras,
y el viejo aparador de
caoba se yergue
en la severidad de hace
cien años,
mas nunca supo, envuelto
en el vaho otoñal,
que nos amamos.
Subíamos riendo la
escalera hasta llegar al palomar todo blanco.
El patio parecíanos
entonces algo triste.
Los rayos en las vagas
madreselvas
diríanse un enjambre de
irritadas abejas.
El olor del invierno
persistía
en los abandonados
corredores.
La sombra de las hojas se
movía en los muebles
enfundados del gran
comedor solitario.
Bajo aquel cielo azul de
primavera,
en aquel palomar
completamente blanco,
solos, entre aleteos y
arrullos de palomas,
desnudos y tendidos sobre
el sol nos amamos.
Ricardo Molina
28 de diciembre de 1916
Puente Genil (Córdoba)
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