jueves, 28 de diciembre de 2023

EL RUEGO

 


EL RUEGO

 

 

Señor, tú sabes cómo, con encendido brío,

por los seres extraños m palabra te invoca.

Vengo ahora a pedirte por uno que era mío,

mi vaso de frescura, el panal de mi boca.

 

Cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,

gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.

Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada;

¡no tengo ojo torvo si te pido por éste!

 

Te digo que era bueno, te digo que tenía

el corazón entero a flor de pecho, que era

suave de índole, franco como la luz del día,

henchido de milagro como la primavera.

 

Me replicas, severo, que es de plegaria indigno

el que no untó de preces sus dos labios febriles,

y se fue aquella tarde sin esperar tu signo,

trizándose las suenes como vasos sutiles.

 

Pero yo, mi Señor, te arguyo que he tocado,

de la misma manera que el nardo de su frente,

todo su corazón dulce y atormentado

¡y tenía la seda del capullo naciente!

 

¿Qué fue cruel? Olvidas, Señor, que le quería,

Y él sabía suya la entraña que llegaba.

¿Qué enturbió para siempre mis linfas de alegría?

¡No importa! Tú comprende: ¡yo le amaba, le amaba!

 

Y amar (bien sabes de eso)es amargo ejercicio;

un mantener los párpados de lágrimas mojados,

un refrescar de besos las trenzas del cilicio

conservando, bajo ellas, los ojos extasiados.

 

El hierro que taladra tiene un gustoso frío,

cuando abre, cual gavillas, las carnes amorosas.

Y la cruz (Tú te acuerdas ¡oh Rey de los judíos!)

se lleva con blandura, como un gajo de rosas.

 

Aquí me estoy, Señor, con la cara caída

sobre el polvo, parlándote un crepúsculo entero, 

o todos los crepúsculos a que alcance la vida,

si tardas en decirme la palabra que espero.

 

Fatigaré tu oído de preces y sollozos,

lamiendo, lebrel tímido, los bordes de tu manto,

y ni pueden huirme tus ojos amorosos

ni esquivar tu pie el riego caliente de mi llanto.

 

¡Di el perdón, dilo al fin! Va a esparcir en el viento

la palabra el perfume de cien pomos de olores

al vaciarse; toda agua será deslumbramiento;

el yermo echará flor y el guijarro esplendores.

 

Se mojarán los ojos oscuros de las fueras,

y, comprendiendo, el monte que de piedra forjaste

llorará por los párpados blancos de sus neveras:

¡toda la tierra tuya sabrá que perdonaste!

 

Gabriela Mistral

Cuadro de Edgar Degas

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

poesia