lunes, 26 de agosto de 2024

A UNA MUJER

 


A UNA MUJER

 

No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,

no hay que estar triste

si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,

ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,

constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo

–pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.

Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día

era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.

 

Sólo dura lo efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,

esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,

y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,

las torres  del maíz, los ciegos montes.

Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,

no nos movemos del terror y la delicia,

y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados

para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,

cómo corren las nubes al futuro.

 

¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.

No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel

que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer

que se nace o se muere,

cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,

el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.

 

Julio Cortazar

26 de agosto de 1914

Ixelles – Bélgica

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