MIRAD LOS LOCOS, ALTOS COMO RAMAS…
Mirad los locos, altos
como ramas,
llenos de inmensidad y
poderío;
mirad los altos cual
soberbias llamas,
amenazando al cielo con su
brío.
Como harapos ardientes y
violentos
esparcen sus delirios y su
anhelo.
Vedlos chocar su pecho con
los vientos,
pobres guiñapos locos
junto al cielo.
¡Ay, qué locura de
abrasado vino
arde en su honda y más
profunda vena!
Y van raudos, tenaces, sin
destino,
hijos del cielo, ciegos en
la arena.
Fantasmas de la nada y del
coraje,
dioses heridos, bellos, desgarrados,
que llenan de pavor todo
el paisaje
con aullidos tremendos y
abrasados.
Otras veces tranquilos,
misteriosos,
llenos de humilde pena y
de grandeza,
se agolpan contra el suelo
silenciosos
y reposan en tierra su
cabeza.
Si acarician la tierra
dulcemente,
sienten allá en su alma
enamorada
una mujer que besa
tiernamente
su pobre frente loca y
desolada.
Cuando su seca, marchitada
boca
acercan a la piedra,
enamorados,
¡qué soledad tremenda da
la roca
a sus nobles sentidos desbordados!
¡Ay, pobres locos del
amor, de anhelo,
de la nada simiente y
alimento,
mitad tierra sin nadie,
mitad cielo,
carne de Dios en la mitad
el viento!
Rafael Morales
31 de julio de 1919
Talavera de la Reina
(Toledo)
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