DEL TIEMPO LARGO
A veces, en raros
instantes, se abre, talud
real y enorme, el tiempo
transcurrido.
Y no es entonces
breve el tiempo. Como el pájaro
al elevarse abarca con sus
alas
un diminuto pueblo o
costerío,
la inmensidad de lo vivido
arrecia,
y se mira remoto el ayer
próximo,
en que el pico ávido
bajaba
en busca de alimento.
¡Qué eternidad
de soles ya vividos! ¡Y qué
completa
ausencia de nostalgia! Para
crecer
se vive. Para nacer de
nuevo
y rehacer la mala copia
original.
Para crecer, se sufre. No se
quiere
volver atrás, ni tan
siquiera al tiempo
rumoreante de la juventud.
Que no para que el rostro
luzca lozano y terso se ha
vivido.
No para atraer por siempre
con el fuego
de la mirada, no con el
alma en vilo,
por siempre se ha de
estar.
De cierto modo
la juventud es también
como una cierta
decrepitud: un ser
informe,
larva, debatíase, qué
peligrosamente
amenazado. Se vivió, se
salió,
quién sabe cómo, del
hueco,
de la trampa:
valió el otro
del bosque de la vida, el
pleno encanto
de los claros del sol
entre lo umbrío
para pagar su precio: lo
tanto
costó poco; poco el sufrir
inmenso
para es dádiva: al rostro
orne la arruga como el
pecho la cinta coloreada
de un guerrero
o como al niño la medalla
premia
por la humilde labor.
Como el avaro
el peso de un tesoro,
encorva
la espalda anciana el peso
del vivir.
Mas, ya, arriba,
a la salida, ya, se mira
hacia atrás sonriendo,
renacido,
como agrietada cáscara el
polluelo,
ya se van desligando las
amarras,
del extraño navío, y como
novio trémulo
locamente lo incierto hace
señales.
costó dolor, muerte costó,
la vida.
Y al tiempo, breve o
largo, siempre corto,
como el relámpago del
amor, se le mira
ya sin recelo ni amargura
como a las heridas de la
mano, en el arduo
aprender de su oficio,
contempla el aprendiz.
Bella es toda partida.
Fina García Marruz
28 de abril de 1923
La Habana (Cuba)
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