TRIUNFO DEL AMOR
Brilla la luna entre el
viento de otoño,
en el cielo luciendo como
un dolor largamente sufrido.
Pero no será, no, el poeta
quien diga
los móviles ocultos,
indescifrable signo
de un cielo líquido de
ardiente fuego que anegara las almas,
si las almas supieran su
destino en la tierra.
La luna como una mano,
reparte con la injusticia
que la belleza usa,
sus dones sobre el mundo.
Miro unos rostros pálidos.
Miro rostros amados.
No seré yo quien bese ese
dolor que en cada rostro asoma.
Sólo la luna puede cerrar,
besando,
unos párpados dulces
fatigados de vida.
Unos labios lucientes,
labios de luna pálida,
labios hermanos para los
tristes hombres,
son un signo de amor en la
vida vacía,
son el cóncavo espacio
donde el hombre respira
mientras vuela en la
tierra ciegamente girando.
El signo del amor, a veces
en los rostros queridos
es sólo la blancura
brillante,
la rasgada blancura de
unos dientes riendo.
Entonces sí que arriba
palidece la luna,
los luceros se extinguen
y hay un eco lejano,
resplandor en oriente,
yago clamor de soles por
irrumpir pugnando.
¡Qué dicha alegre entonces
cuando la risa fulge!
Cuando un cuerpo adorado;
erguido en su desnudo,
brilla como la piedra,
como la dura piedra que
los besos encienden.
Mirad la boca. Arriba
relámpagos diurnos
cruzan un rostro bello, un
cielo en que los ojos
no son sombra, pestañas,
rumorosos engaños,
sino brisa de un aire que
recorre mi cuerpo
como un eco de juncos
espigados cantando
contra las aguas vivas,
azuladas de besos.
El puro corazón adorado,
la verdad de la vida,
la certeza presente de un
amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su
desnudo mojado,
todo vive, pervive,
sobrevive y asciende
como un ascua luciente de
deseo en los cielos.
Es sólo ya el desnudo. Es
la risa en los dientes.
Es la luz o su gema
fulgurante: los labios.
Es el agua que besa unos
pies adorados,
como un misterio oculto a
la noche vencida.
¡Ah maravilla lúcida de
estrechar en los brazos
un desnudo fragante,
ceñido de los bosques!
¡Ah soledad del mundo bajo
los pies girando,
ciegamente buscando su
destino de besos!
Yo sé quien ama y vive,
quien muere y gira y vuela.
Sé que lunas se extinguen,
renacen, viven, lloran.
Sé que dos cuerpos aman,
dos almas se confunden.
Aleixandre, Vicente
26 de abril de 1898
Sevilla
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