sábado, 27 de abril de 2024

CRISTALES EMPAÑADOS

 


CRISTALES EMPAÑADOS

 

 

Se fue, no tan despacio que no hubiera

un desajuste tenue en la calima

del asfalto, y su falda

parecía más triste en el andar y hubo

como una duda, o tal vez no, y la acera

se fue estrechando al alejarse y, luego,

pareció, quizás fuera

se delgadez, sus hombros, que no iba,

que volvía a la infancia, y en la calle

apenas cabía el sol y mi mirada

y una música urbana que, tan joven,

surgió de un bar con soledad y miedo.

¿Te veías tú, acaso, dime, como

si te pudieras ver, de espaldas, sola,

pegada a la pared, andando, yéndote?

 

Me fui. Recuerdo que el vacío

aquél era ya parte

de mí. Porque me estuve yendo

todo el tiempo que, arriba, la buhardilla,

cama deshecha, sábanas con restos

de calor, vasos, deja

ya de fumar, me estuve

dejando ir en no querer ser pasto

de ciudad, y las calles

y el ruido estaba en mí y tus ojos, habla,

¿por qué te vas? , estaban

alrededor de mí; ser pasto

de ventanas cerradas, un quejido

o una sirena a media noche, esquinas

donde comprar la nada, el estallido

de la nada, acompáñame, me estuve

yendo de mí todo aquel tiempo tan hermoso.

 

Se fue y era de noche

en torno a su cintura y sus vaqueros

gastados. La bufanda, con su historia

ella también, entretejida, daba

una vuelta a la tibia

cadencia de su cuello y la seguía

a través de la lluvia y algún perro

y la insolente luz de los semáforos

poniendo en orden el desierto y, lejos,

la otra oscuridad, la que está hecha

de violencia y portales y mugrientas

escaleras.

 

Me fui de tanta prisa

por conocer, de tanto estar conmigo,

de tanta juventud, frío empañando

los cristales, de tanto amor, la estufa,

libros y discos en desorden, altas

madrugadas del beso, tus preguntas,

café para el cansancio, las paredes,

tu pelo, el desconcierto de estar vivo.

 

Toda esta vida me sostiene ahora.

Todo este tiempo aquél que es lo que tengo,

lo único que tengo. Tanto irse,

tanto perder, tal desapego,

tanta sinceridad, tan armoniosa

desventura, tan sabio desvarío,

tal desesperación, tanta belleza.

 

Rafael Guillén

27 de abril de 1933

Granada

 

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