LA VUELTA
Por el camino se me van
cayendo
frutas podridas de la mano
y voy dejando manchas de
tristeza en el polvo
donde quiera que piso;
un pájaro amanece ante mis
ojos
y en seguida anochece
entre sus alas;
la asamblea de hormigas se
disuelve
cuando en mí la tormenta
se aproxima;
el sol calienta al mar en
unas lágrimas
que en el camino enciende
mi presencia;
la desnudez del campo va
vistiéndose
según van mis miradas
acosándole
y el viento hace estallar
una guerra civil entre las
hierbas.
Noticia triste de mi
cuerpo dictan
las verdes amapolas en
capullo,
la codorniz se espanta
y asusta al macho con
historias mías.
Vengo desnudo de la
hermosa clámide
que solía vestirme cuando
entonces:
clámide con las voces de
los pájaros,
el graznido del cuervo, la
carrera veloz de la raposa
-a la que llaman zorra mis
parientes-,
del arroyo que un día se
llevaba mis pasos
y de olores de jara y de
romero
hace tanto tejida.
Días de mi ascensión,
cuando el lagarto
solía conocer mis
intenciones,
cuando solía la retama
pedirme venia para echar
raíces,
cuando algún cazador me
confundió
con una piedra viva entre
las piedras.
Pero yo te conozco, campo
mío,
yo recuerdo haber puesto
entre tus brazos
aquel cuerpo caliente que
tenía,
haber dejado sangre entre
los surcos
que abrían los caballos de
mi padre.
Yo te conozco y noto que
tus senos
empiezan a ascender hacia
mis labios.
José Manuel Caballero
Bonald
11 de noviembre de 1926
Jerez de la Frontera
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