lunes, 31 de marzo de 2025

CUERPO A LA VISTA



CUERPO A LA VISTA

 

Y las sombras se abrieron otra vez

y mostraron su cuerpo;

tu pelo. Otoño espeso, caída de agua solar,

tu boca y la blanca disciplina

de tus dientes caníbales,

prisioneros en llamas,

tu piel de pan apenas dorado

y tus ojos de azúcar quemada,

sitios en donde el tiempo no transcurre,

valles que sólo mis labios conocen,

desfiladero de la una que asciende

 a tu garganta entre tus senos,

cascada petrificada de la nuca,

alta meseta de tu vientre,

playa sin fin de tu costado.

 

Tus ojos son los ojos fijos del tigre

y un minuto después

son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos

como la espalda del río a la luz del incendio.

 

Aguas dormidas golpean día y noche

tu cintura de arcilla

y en tus costas,

inmensas como los arenales de la luna,

el viento sopla por mi boca

y un largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,

como la sombra del águila la soledad del páramo.

 

Las uñas de los dedos de tus pies

están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,

bahía donde el mar de noche se aquieta,

negro caballo de espuma,

cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,

boca de horno donde se hacen las hostias,

sonrientes labios entreabiertos y atroces,

nupcias de la luz y la sombra,

de lo visible y lo invisible

(allí espera la carne su resurrección

y el día de la vida perdurable).

 

Patria de sangre,

única tierra que conozco y me conoce,

única patria en la que creo,

única puerta al infinito.

 

Octavio Paz

31 de marzo de 1914

Ciudad de México – México


sábado, 29 de marzo de 2025

REGRESO

 


REGRESO

 

Salió a sembrar. Salió de madrugada.

Volvió al anochecido. Traía la simiente

intacta y una sombra de plomo le seguía.

 

Salió a sembrar. Dijeron que era tiempo

de regresar y uncirse a la costumbre.

 

Él era sólo un rudo campesino.

Los ojos y las manos pegados a la tierra.

Y también la esperanza

Su pequeña esperanza, justo para ir tirando

de un año para otro, de cosecha a cosecha.

 

Sudaba largamente. Deseaba la lluvia

o el sol según los casos. Maldecía a menudo.

Y cantaba otras veces.

Cuando el aire era dulce y obediente el ganado.

 

Un día vio en sus manos una dura culata.

Vio el fuego, el miedo, el odio, limándole los huesos.

La carne troceada. El aire al rojo

metiéndose debajo de sus párpados.

La furia repetida del acero y la pólvora.

La sangre despreciada.

 

Aquello era la guerra, le dijeron.

Luego, otro día, le ordenaron: Alto.

 

Volvió. Pensó primero que era hermoso.

La paz debía ser como una aurora.

Un doloroso aceite derramado.

Un vino alegre dentro de las venas.

 

Volvió. Salió a sembrar de madrugada.

Salió a sembrar. No pudo.

Le faltaba el silencio.

Sus oídos aleta

seguían escuchando los cañones,

la brama del motor entre las nubes,

la piedra dividida en estallidos,

el lento gotear de las heridas.

 

Y dejó solo el campo.

Y devolvió a sus arcas la simiente.

Porque no había silencio.

Porque no había fe ni existía el mañana.

Porque se había roto

el ritmo primitivo que movía sus brazos.

 

Ángela Figuera Aymerich

Cuadro: "El sembrador" de Vincent Van Gogh

 

 

 

 

 

 

viernes, 28 de marzo de 2025

LA CAUTIVA

 

LA CAUTIVA

 

Ya el sol esconde sus rayos,

el mundo en sombras se vela,

el ave a su nido vuela.

Busca asilo el trovados.

 

Todo calla: en pobre cama

duerme el pastor venturoso:

en su lecho suntuoso

se agita insomne el señor.

 

Se agita: mas ¡ay! reposa

al fin en su patrio suelo;

no llora en mísero duelo

la libertad que perdió.

 

Los campos ve que a su infancia

horas dieron de contento,

su oído halaga el acento

del país donde nació.

 

No gime ilustre cautivo

entre doradas cadenas,

que si bien de encanto llenas,

al cabo cadenas son.

 

Si acaso, triste lamenta,

en torno ve a sus amigos,

que, de su pena testigos,

consuelan su corazón.

 

La arrogante erguida palma

que en le desierto florece,

al viajero sombra ofrece,

descanso y grato manjar.

 

Y, aunque sola, allí es querida

del árabe errante y fiero,

que siempre va placentero

a su sombra a reposar.

 

Mas ¡ay triste! Yo cautiva,

huérfana y sola suspiro,

el clima extraño respiro,

y amo a un extraño también.

 

No hallan mis ojos mi patria;

humo han sido mis amores;

nadie calma mis dolores

y en celos me siento arder.

 

¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo

ni ceder a mi tristura,

ni consuelo en mi amargura

podré jamás encontrar.

 

Supe amar como ninguna,

supe amar correspondida;

despreciada, aborrecida,

¿no sabré también odiar?

 

¡Adiós, patria! ¡adiós,, amores!

La infeliz Zoraida ahora

sólo venganzas implora,

ya condenada a morir.

 

No soy ya del castellano

la sumisa enamorada:

soy la cautiva cansada

ya de dejarse oprimir.

 

José de Espronceda

28 de marzo de 1808

Almendralejo (Badajoz)

jueves, 27 de marzo de 2025

ESTACIÓN

 

 


ESTACIÓN

 

Héme aquí en los andenes de una estación sin nombre.

Armaduras metálicas delimitan el cielo

en cuadrícula justa de empañados cristales.

Entre los paralelos raíles crece el musgo,

merodean las ratas y se pudren despojos.

Heme aquí en los andenes con maletas y fardos

y un enorme baúl que no sé qué contiene.

Quisiera preguntar si es que voy o es que vengo,

de dónde me ha traído el tren de madrugada

y cuál es el preciso lugar de mi destino

para el que no recuerdo si he sacado billete.

Pero no hay empleados. Hay un jefe invisible

en un negro despacho sin ventanas ni puerta

que se hace sordomudo a todas las consultas.

Se llenan los andenes con más y más viajeros

igual que yo, cargados de equipajes absurdos.

Se les nota en la cara que están medio dormidos

o que son medio tontos o que han perdido algo.

Muchos parten de pronto en un tren sin bombillas

que se marcha en silencio nadie sabe hacia dónde.

Los despiden algunos con sollozos y gritos.

Pero pronto se cansan y al final se consuelan.

 

Los que llegan se anuncian con más gozo. Hay un grupo

que pregona su arribo con palabras alegres

y un aspecto solemne que no acierto a explicarme.

Todos ellos me aturden, me fastidian. Si al menos

me aclararan las cosas y ordenaran un poco

este necio barullo. Porque, al cabo, es probable

que yo venga enviada por alguno, que tenga

que hacer algo importante o llegar a algún sitio.

 

No sé nada de nada o quizá lo he olvidado,

He perdido las llaves del  baúl. Torpemente

descerrajo la tapa. Si encontrara mi propia

filiación, mi destino. Desengaño tremendo.

Sólo hay frascos vacíos, inservibles zapatos,

alas rotas, cintajos de colores, caretas,

trajes viejos y libros olor a polilla.

Pasa tiempo. Me aburro. Por hacer algo, escribo

versos largos y adustos que no importan a nadie.

Voy dejándome cosas por oscuros rincones:

Guantes sucios, sonrisas, empapados pañuelos,

oxidados cuchillo y hasta besos cortados.

Ya no tengo maletas (Lo compruebo de pronto.)

Sólo un tiesto con flores amarillas y mustias

y una incómoda jaula con un pájaro triste

que no come ni canta. Cruzan trenes y trenes.

Siempre llega más gente y otros siguen marchando.

Hasta algunos se tiran de cabeza a la vía.

Yo no sé qué adelantan con romperse los huesos

y quedar con los puercos intestinos al aire.

Pero estoy tan cansada. Ni siquiera me importa

continuar el viaje. Voy a ver si me duermo.

 

Ángela Figuera Aymerich

Cuadro de Claude Monet

 

 

 

miércoles, 26 de marzo de 2025

NADIE LOS AGUARDA

 


NADIE LOS AGUARDA

 

Buscan extravagantes brillos y la luz no los sacia.

Ironías fastuosas levantan castillos en las orillas de todos

los mares,

donde los barcos parten y pronto se los lleva el agua.

Como nada germina en sus alrededores,

el clima de tanta insana les enferma el alma.

Locos melancólicos simulando, cada vez que les es posible,

haber conocido el paraíso.

Tiempos pasados reclaman su presencia.

Sin amigos buscan complacer a los extraños.

No habiendo conocido los placeres,

todas las maniobras son inapropiadas.

Siempre llegan tarde.

Nadie los aguarda.

 

Lucía Serrano

Del libro: “Máscaras”

Cuadro de Edouard Manet

 

 

lunes, 24 de marzo de 2025

AL DESTINO

 

AL DESTINO

 

Escrito estaba, sí: se rompe en vano

una vez y otra la fatal cadena,

y mi vigor por recobrar me afano.

Escrito estaba: el cielo me condena

a tomar siempre el cautiverio rudo,

y yo obediente acudo,

restaurando eslabones

que cada vez más rígidos me oprimen;

pues del yugo fatal no me redimen

de mi altivez postreras convulsiones.

 

¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,

de tu víctima dócil! Yo me entrego

cual hoja seca al raudo torbellino

que la arrebata ciego.

¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!

Tu capricho es mi ley; sacia tu saña…

pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña

la sonrisa falaz que hoy me concedes.

 

Gertrudis Gómez de Avellaneda

23 de marzo de 1914

Puerto Príncipe – Cuba

sábado, 22 de marzo de 2025

DESERTORES DE CUALQUIER ENCUENTRO

 


DESERTORES DE CUALQUIER ENCUENTRO

 

Pasan las horas mientras el mundo duerme.

Poesía, la voz me somete a despreciar el oro que no calme

la sed de tu horizonte.

Sueño que he muerto y desconocidas palabras

visitan la niebla atada a mis ojos.

¡Oh vida abandonada por los vicios!

¡Oh vida repetida, incorregible!

¡Oh vida no vivida!

Son caras las derrotas que jamás has tenido.

 

Debe haber la hora del descanso,

hora del que acepta no ascender más

y detenido ríe, sin ambiciones.

 

Soledad que viniste a visitarme

y te alojé por curiosidad.

Ya somos dos,

desertores de cualquier encuentro.

 

Algunos días, preferiría desconocer tu guarida.

 

Lucía Serrano

Del libro: “Máscaras”

Cuadro de Edvard Munch

 

 

miércoles, 19 de marzo de 2025

FUERON PASANDO LOS AÑOS

 

 

FUERON PASANDO LOS AÑOS

“Su rostro herrado con alas

jamás ha tenido un desperfecto”.

Vicente Huidobro

 

Fueron pasando los años

dejando una estela

de blancas mariposas

somnolientas, resonancia

que fue feroz entre la niebla.

Profundo cielo adormecido

que ya no tiene sueños

y poco espera del destino,

mas yo voy por la vida vulnerable,

deseando ser cada vez

más íntimo al poema,

desierto entre sonrisas

que no me pertenecen,

y quiero atrapar lo abierto.

Ya ves, todo está intacto,

esta ternura es,

infinito semblante desierto.

Las  sombras amortajadas

por el tiempo, ya no tiemblan.

Aprovecho bailar entre salvajes,

bajo los helados jardines

que sobreviven

aún después del pecado,

y el rostro cruel

con el que me encuentro,

nada sabe.

 

Lucía Serrano

Del libro: “Caramelo”

Cuadro de Ramón Casas

 

martes, 18 de marzo de 2025

CUANDO YA NADA SE ESPERA PERSONALMENTE EXALTANTE...

 


CUANDO YA NADA SE ESPERA PERSONALMENTE EXALTANTE…

 

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente  afirmado,

como un pulso que golpea las tinieblas,

 

cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades:

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

 

Se dicen de los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo.

 

Con  la velocidad del instinto,

con el rayo del prodigio,

como mágica evidencia, lo real se nos convierte

en lo idéntico a sí mismo.

 

Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

 

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.

 

Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

 

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales, me ensancho. 

 

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo por eso con técnica qué puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.

 

Tal es mi poesía: poesía-herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.

 

No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

 

Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.

Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

 

Gabriel Celaya

18 de marzo de 1911

Hernani (Guipúzcoa)

 

lunes, 17 de marzo de 2025

AQUÍ ESTÁN TUS RECUERDOS

 


AQUÍ ESTÁN TUS RECUERDOS

 

Aquí están tus recuerdos:

este leve polvillo de violetas

cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;

tu nombre,

el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;

el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;

mi infancia, tan cercana,

en el mismo jardín donde la hierba canta todavía

y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,

entre los matorrales de la sombra.

 

Todo siempre es igual.

Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:

todo siempre es igual.

Aquí están tus dominios, pálido adolescente:

la húmeda llanura para tus pies furtivos,

la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,

las antiguas leyendas,

la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

 

-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!

¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!

Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho

y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo

tan deslumbrante y claro.

 

Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,

por algún paisaje que he querido?

¿Recuerdas todavía la nevada?

 

¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,

tu morada de hierros y de flores!

Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,

extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,

tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos

después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,

la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

 

Espera, espera, corazón mío:

no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.

Otra vez, otra vez, corazón mío:

el roce inconfundible de la arena en la verja,

el grito de la abuela,

la misma soledad, la no mentida,

y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.

 

Olga Orozco

17 de marzo de 1920

Toay – Argentina

domingo, 16 de marzo de 2025

ELLO ES QUE EL LUGAR DONDE ME PONGO...

 



ELLO ES QUE EL LUGAR DONDE ME PONGO…

 

Ello es que el lugar donde me pongo

el pantalón, es una casa donde

me quito la camisa en alta voz

y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España.

Ahora mismo hablaba

de mí conmigo, y ponía

sobre un pequeño libro un pan tremendo

y he, luego, hecho el traslado, he trasladado,

queriendo canturrear un poco, el lado

derecho de la vida al lado izquierdo;

más tarde, me he lavado todo, el vientre,

briosa, dignamente;

he dado vuelta a ver lo que se ensucia,

he raspado lo que me lleva tan cerca

y he ordenado bien el mapa que

cabeceaba o lloraba, no lo sé.

 

Mi casa, por desgracia, es una casa,

un suelo por ventura, donde vive

con su inscripción mi cucharita amada,

mi querido esqueleto ya sin letras,

la navaja, un cigarro permanente.

De veras, cuando pienso

en lo que es la vida,

no puedo evitar de decírselo a Georgette,

a fin de comer algo agradable y salir,

por la tarde, comprar un buen periódico,

guardar un día para cuando no haya

(así se dice en el Perú –me excuso);

del mismo modo, sufro con gran cuidado,

a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos

poseen, independientemente de uno, sus pobrezas,

quiero decir, su oficio, algo

que resbala del alma y cae al alma.

 

Habiendo atravesado

quince años; después, quince, y, antes, quince,

uno se siente, en realidad, tontillo,

es natural, por lo demás ¡qué hacer!

¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor?

Sino vivir, sino llegar

a ser lo que es uno entre millones

de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas,

entre el sol y su rayo que es de luna

y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.

 

Hoy es domingo y, por eso,

me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto

y a la garganta, así como un gran bulto.

Hoy es domingo, y esto

tiene muchos siglos; de otra manera,

sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,

al seso, el llanto

y a la garganta, una gana espantosa de ahogar

lo que ahora siento,

como un hombre que soy y que he sufrido.

 

César Vallejo

16 de marzo de 1892

Santiago de Chuco – Perú

 

EN EL PRINCIPIO

 

 


EN EL PRINCIPIO

 

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

 

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

 

Si abrí los labios para ver el rostro

puro y terrible de mi patria,

si abrí los labios hasta desgarrármelos,

me queda la palabra.   

 

Blas de Otero

15 de marzo de 1916

Bilbao

jueves, 13 de marzo de 2025

CANSADA DE TIERRA

 


CANSADA DE TIERRA

 

En el gran parque de tus caídas

en las cuatro esquinas casi en polvo

ahí están tus lágrimas siempre vacías

ahí están dispuestas sobre mi antiguo perfil.

 

Revelados entre el alba y el citiso

corroídos por la amargura de un diamante en traílla

según las grietas de oro de un seno derrotado

tus alzamientos de hombros te arrancan a tus malas hierbas.

 

Pues tu poder de adiós es tal que el aire queda

en el aire y este parecido a la guadaña de la luz

y todos estos detalles posados en las cuerdas más sensibles

se avienen a simular el estío con tal de que mi corazón no se mueva.

 

Juan Larrea

13 de marzo de 1895

Bilbao

miércoles, 12 de marzo de 2025

LUCHO EN LOS DESVELOS

 


LUCHO EN LOS DESVELOS

 

Desconozco la medida de las cosas.

Lucho en los desvelos.

Busco un cielo para vivir contigo y aunque lo imagino

posible, olvido.

¡Si encontrara los minutos que duran!

Después de la victoria,

deshaciendo malas intenciones.
Amor querido, si alguien imaginara que soy tu cómplice.

Fruto prohibido nuestra vida y, sin embargo, fue

previamente elegido.

Las princesas siempre se bañaron solas.

Se apresura mi pulso al encontrarte y flotan desnudas a mi vista

todas las geografías, los viajes que haría, porqué no, contigo.

¡Qué gran silencio esconden las palabras!

Las miradas de arcángeles y fantasmas adivinan mis

pasos y parecen conocer mi ruta ya marcada antes.

¡Oh terquedad lenta de la prisa!

Ella es soberana,  sultana desvariada por toda lejanía.

Acaricia sus penumbras y el impulso creador la alcanza.

No dejes tus mejores sueños en un cofre abierto al enemigo.

 

Lucía Serrano

Del libro: “Máscaras”

Cuadro: "El sueño· de Picasso 

martes, 11 de marzo de 2025

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA

 

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA

 

Ante el burdo espectáculo de la descomposición,

defino alguna estrategia para continuar,

ácidas constelaciones desde donde,

en secreto afán, delimitar las raíces del fracaso.

 

Hubo tiempos de alegría y desenfreno,

días en que nada importaba sino el placer,

la mera especulación entre los cuerpos,

divina fantasía sobre las almas.

 

Éramos como dioses, jugando

todo el tiempo a construir mundos imaginarios,

irreales ensoñaciones en las que,

por descuido o ambición, creíamos sin dudar.

 

Y era tu cuerpo el confín de la dicha,

ese refugio inconsciente frente al horror

de sabernos mortales, de perder la vida

en el fatal combate contra el tiempo.

 

Hubo, también, noches de silencio y espera,

espacios que auguraban un desenlace inevitable

rasgando el último escenario de la partida:

bailar, siempre bailar, aun sobre tu tumba.

 

Carmen Salamanca Gallego

Del libro “La luna en mi calle”

Cuadro: "El violinista" de Marc Chagall