CUERPO A LA VISTA
Y las sombras se
abrieron otra vez
y mostraron su
cuerpo;
tu pelo. Otoño espeso,
caída de agua solar,
tu boca y la blanca
disciplina
de tus dientes caníbales,
prisioneros en
llamas,
tu piel de pan apenas
dorado
y tus ojos de azúcar
quemada,
sitios en donde el
tiempo no transcurre,
valles que sólo mis
labios conocen,
desfiladero de la una
que asciende
a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada
de la nuca,
alta meseta de tu
vientre,
playa sin fin de tu
costado.
Tus ojos son los ojos
fijos del tigre
y un minuto después
son los ojos húmedos
del perro.
Siempre hay abejas en
tu pelo.
Tu espalda fluye
tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río
a la luz del incendio.
Aguas dormidas golpean
día y noche
tu cintura de arcilla
y en tus costas,
inmensas como los
arenales de la luna,
el viento sopla por
mi boca
y un largo quejido
cubre con sus dos alas grises
la noche de los
cuerpos,
como la sombra del águila
la soledad del páramo.
Las uñas de los dedos
de tus pies
están hechas del
cristal del verano.
Entre tus piernas hay
un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de
noche se aquieta,
negro caballo de
espuma,
cueva al pie de la
montaña que esconde un tesoro,
boca de horno donde
se hacen las hostias,
sonrientes labios
entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y
la sombra,
de lo visible y lo
invisible
(allí espera la carne
su resurrección
y el día de la vida
perdurable).
Patria de sangre,
única tierra que
conozco y me conoce,
única patria en la
que creo,
única puerta al
infinito.
Octavio Paz
31 de marzo de 1914
Ciudad de México –
México