sábado, 29 de marzo de 2025

REGRESO

 


REGRESO

 

Salió a sembrar. Salió de madrugada.

Volvió al anochecido. Traía la simiente

intacta y una sombra de plomo le seguía.

 

Salió a sembrar. Dijeron que era tiempo

de regresar y uncirse a la costumbre.

 

Él era sólo un rudo campesino.

Los ojos y las manos pegados a la tierra.

Y también la esperanza

Su pequeña esperanza, justo para ir tirando

de un año para otro, de cosecha a cosecha.

 

Sudaba largamente. Deseaba la lluvia

o el sol según los casos. Maldecía a menudo.

Y cantaba otras veces.

Cuando el aire era dulce y obediente el ganado.

 

Un día vio en sus manos una dura culata.

Vio el fuego, el miedo, el odio, limándole los huesos.

La carne troceada. El aire al rojo

metiéndose debajo de sus párpados.

La furia repetida del acero y la pólvora.

La sangre despreciada.

 

Aquello era la guerra, le dijeron.

Luego, otro día, le ordenaron: Alto.

 

Volvió. Pensó primero que era hermoso.

La paz debía ser como una aurora.

Un doloroso aceite derramado.

Un vino alegre dentro de las venas.

 

Volvió. Salió a sembrar de madrugada.

Salió a sembrar. No pudo.

Le faltaba el silencio.

Sus oídos aleta

seguían escuchando los cañones,

la brama del motor entre las nubes,

la piedra dividida en estallidos,

el lento gotear de las heridas.

 

Y dejó solo el campo.

Y devolvió a sus arcas la simiente.

Porque no había silencio.

Porque no había fe ni existía el mañana.

Porque se había roto

el ritmo primitivo que movía sus brazos.

 

Ángela Figuera Aymerich

Cuadro: "El sembrador" de Vincent Van Gogh

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

poesia