LA CAUTIVA
Ya el sol esconde sus
rayos,
el mundo en sombras
se vela,
el ave a su nido
vuela.
Busca asilo el
trovados.
Todo calla: en pobre
cama
duerme el pastor
venturoso:
en su lecho suntuoso
se agita insomne el
señor.
Se agita: mas ¡ay!
reposa
al fin en su patrio
suelo;
no llora en mísero
duelo
la libertad que
perdió.
Los campos ve que a
su infancia
horas dieron de
contento,
su oído halaga el
acento
del país donde nació.
No gime ilustre
cautivo
entre doradas
cadenas,
que si bien de
encanto llenas,
al cabo cadenas son.
Si acaso, triste
lamenta,
en torno ve a sus
amigos,
que, de su pena
testigos,
consuelan su corazón.
La arrogante erguida
palma
que en le desierto
florece,
al viajero sombra
ofrece,
descanso y grato
manjar.
Y, aunque sola, allí
es querida
del árabe errante y
fiero,
que siempre va
placentero
a su sombra a
reposar.
Mas ¡ay triste! Yo
cautiva,
huérfana y sola
suspiro,
el clima extraño
respiro,
y amo a un extraño
también.
No hallan mis ojos mi
patria;
humo han sido mis
amores;
nadie calma mis
dolores
y en celos me siento
arder.
¡Ah! ¿Llorar?
¿Llorar?... no puedo
ni ceder a mi
tristura,
ni consuelo en mi
amargura
podré jamás
encontrar.
Supe amar como
ninguna,
supe amar correspondida;
despreciada,
aborrecida,
¿no sabré también
odiar?
¡Adiós, patria!
¡adiós,, amores!
La infeliz Zoraida
ahora
sólo venganzas
implora,
ya condenada a morir.
No soy ya del
castellano
la sumisa enamorada:
soy la cautiva
cansada
ya de dejarse
oprimir.
José de Espronceda
28 de marzo de 1808
Almendralejo
(Badajoz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
poesia