AL DESTINO
Escrito estaba, sí:
se rompe en vano
una vez y otra la
fatal cadena,
y mi vigor por
recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo
me condena
a tomar siempre el
cautiverio rudo,
y yo obediente acudo,
restaurando eslabones
que cada vez más rígidos
me oprimen;
pues del yugo fatal
no me redimen
de mi altivez postreras
convulsiones.
¡Heme aquí! ¡Tuya
soy! ¡Dispón, destino,
de tu víctima dócil! Yo
me entrego
cual hoja seca al
raudo torbellino
que la arrebata
ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí!
¡Todo lo puedes!
Tu capricho es mi
ley; sacia tu saña…
pero sabe, ¡oh
cruel!, que no me engaña
la sonrisa falaz que hoy me concedes.
Gertrudis Gómez de
Avellaneda
23 de marzo de 1914
Puerto Príncipe –
Cuba
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