LA MUJER CAÍDA
¡Nunca insultéis a la
mujer caída!
Nadie sabe qué peso
la agobió,
ni cuántas luchas
soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto
mujeres sin aliento
asirse con afán a la
virtud,
y resistir del vicio
el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua
pendiente de una rama
que el viento agita y
hace estremecer;
¡perla que el cáliz
de la flor derrama,
y que es lodo al
caer!
Pero aún puede la
gota peregrina
su perdida pureza
recobrar,
y resurgir del polvo,
cristalina,
y ante la luz
brillar.
Dejad amar a la mujer
caída,
dejad al polvo su
vital calor,
porque todo recobra
nueva vida
con la luz y el amor.
Víctor Hugo
26 de febrero de 1802
Besanzón – Francia
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