ELEGÍA
Me envuelvo en tu recuerdo
como en nieblas secretas
que me apartan del mundo.
En la calle sonrío al
amigo que pasa,
y nadie,
nunca nadie
adivinó mi muerte bajo
aquella sonrisa
ni el frío sin consuelo de
mis ojos que ciegan
pidiendo de los tuyos más
desdén,
más veneno.
Ahora que la tarde se
derrumba en las sombras,
y que el libro de versos
resbala por mis manos,
ahora que la lluvia llora
por los cristales
de mi ventana,
y llanto va a caer de mis
ojos,
antes de que una mano encienda
la dorada
llama de mi quinqué,
dime si tú no sueñas en tu
balcón, ahora
que la lluvia nos une a
los dos con sus lágrimas,
o si sobre el teclado de
tu piano oscuro
agoniza Chopin
bajo tus manos trémulas.
Nunca sabrás el loco deseo
que me tortura
de cautivar tus labios
bajo mi boca ávida,
y sentir el latido de tu
sien en mi mano
aprisionada como un pájaro
aterido.
Pero no sabrás nunca nada
de mi deseo.
Nada de cuando pienso
desgarrar con mis dientes
los azules canales de tus
venas
y juntos
morirnos desangrados,
confundidas las sangres.
Pero estamos ajenos.
Yo sigo en mi ventana,
y tú soñando en otro
mientras Chopin suspira,
ahora que aún no arde en
mi quinqué la luz
y que a los dos nos une la
lluvia con sus lágrimas.
Pablo García Baena
29 de junio de 1923
Córdoba
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