NORMA Y PARAÍSO DE LOS NEGROS
Odian la sombra del pájaro
sobre pleamar de la blanca
mejilla
y el conflicto de luz y
viento
en el salón de la nieve fría.
Odian la flecha sin
cuerpo,
el pañuelo exacto de la
despedida,
la aguja que mantiene
presión y rosa
en el gramíneo rubor de la
sonrisa.
Aman el azul desierto,
los vacilantes expresiones
bovinas,
la mentirosa luna de los
polos,
la danza cura del agua en
la orilla.
Con la ciencia del tronco
y el rastro
llenan de nervios
luminosos la arcilla
y patinan lúbricos por
aguas y arenas
gustando la amarga
frescura de su milenaria saliva.
Es por el azul crujiente,
azul sin un gusano ni una
huella dormida,
donde los huevos de
avestruz quedan eternos
y deambulan intactas las
lluvias bailarinas.
Es por el azul sin
historia,
azul de una noche sin
temor de día,
azul donde el desnudo del
viento va quebrando
los camellos sonámbulos de
las nubes vacías.
Es allí donde sueñan los
torsos bajo la gula de la hierba.
Allí los corales empapan
la desesperación de la tinta,
los durmientes borran sus
perfiles bajo la madeja de los caracoles
y queda el hueco de la
danza ¡sobre las últimas cenizas!
Federico García Lorca
Cuadro de Jacob Lawrence
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