¡No me digáis que
sigo siendo
una pobre mujer
equivocada!
Lo sé,
y sé más cosas todavía.
Sé que he soñado
tanto
que convertí en inútiles
las más puras
verdades;
sé que inventé yo
misma
los más altos obstáculos;
sé que la vida era
otra cosa,
¡y entonces ya lo
sabía!
Pero una nace a veces
así, torpe
y desmesuradamente
triste,
y todo cuanto
toca se le va
convirtiendo en cenizas.
Porque yo tuve dieciséis
años
y aspiré a ser como
un dios en la tierra.
Aspiré a dignificar a
los hombres,
a enorgullecerme de mí
misma.
Pero, ¡ya pasó!
Todo cuanto vosotros
podáis echarme en cara,
hace mucho que yo me
lo vengo repitiendo.
Extranjera en el
mundo,
he contemplado la
dicha de los otros
con una desesperada
indiferencia.
Pero ya nada importa
nada.
Aquí sigo en mi
puesto,
con mi adolescente
actitud de ávido hastío,
con mi lamentable
corazón de muchacha
apasionadamente
muerto.
¿Qué más da sentirse
desdichada
si apenas queda
tiempo de llorarse?
Es tarde para
rectificar toda una vida
y, además,
ya lo sabéis,
soy indolente…
Susana March
29 de enero de 1918
Barcelona
No hay comentarios:
Publicar un comentario
poesia