lunes, 30 de junio de 2025

YO SUPE DEL PAN DURO...

 


YO SUPE DEL PAN DURO

 

Yo supe del pan duro;

del hambre dura;

del surco estéril;

del hermano llamado Caín

y aborté mis penas

con el corazón hundido

en el silencio.

Yo supe del hollín;

del mutismo detrás de las puertas;

del sudor en la mancera;

del ansia de esperar

cuando no cabe la esperanza; del amor sin retorno.

Yo supe de injusticias;

de miedos;

de herrumbres;

de aristas,

de púas;

de escozores;

de hermanos hambrientos;

y con ellos bebí,

la copa del salitre.

Yo atisbé un mundo de belleza,

de flores, de ilusiones

que siempre me negaron,

yo supe que era bueno

amar y soñar,

y amé y soñé

más todo lo arrastró el vendaval.

Y ahora

en un mapa yermo,

paladeando ceniza

voy con el alma a cuestas,

(¡cómo pesa el alma!).

Mi vida

una letra de cambio a corto plazo,

y en mi oquedad

un tercer mundo

triste y hambriento

con su miedo,

 con su miseria irredenta

¡tiritando entre la niebla!

 

Manuela López García

30 de junio de 1910

Cacabelos (León

 

jueves, 26 de junio de 2025

EN MI BARRIO



EN MI BARRIO

 

 

Sobre la rota ventana antigua

con tosco alféizar, con puerta exigua,

que hacia la oscura callejada,

pasmando al vulgo como estantigua

tallada en piedra, la santa esta.

 

Borró la lluvia los mil colores

que hubo en su manto y en su dosel;

y recordando tiempos mejores,

guarda amarillas y secas flores

de las verbenas del tiempo aquel.

 

El polvo cubre sus aureolas,

las telarañas visten su faz,

nadie a sus plantas riega amapolas,

y ve la santa las calles solas,

la casa triste, la gente en paz.

 

Por muchos años allí prendido,

único adorno del tosco altar,

flota un guiñapo descolorido,

piadosa ofrenda que no ha caído

de las desgracias al hondo mar.

 

A arrebatarlo nade se atreve,

símbolo antiguo de gran piedad,

mira del tiempo la marcha breve;

y cuando el aire lo empuja y mueve

dice a los años: pasad, pasad.

 

¡Pobre guiñapo que el aire enreda!

¡Qué amarga y muda lección me da!

La vida pasa, y el mundo rueda,

y siempre hay algo que se nos queda

de tanto y tanto que se nos va.

 

Tras esa virgen oscura piedra

que a nade inspira santo fervor,

todo el pasado surge y me arredra;

escombros míos, yo soy la yedra;

¡nidos desiertos, yo fui el amor!

 

 

Altas paredes desportilladas

cuyos sillares sin musgo v,

¡cuántas memorias tenéis guardadas!

Níveas corinas, jaulas doradas,

tiestos azules… ¡no estáis aquí!

 

En mis azarosa vida revuelta

fue de esta casa dueño y señor,

¿do está la ninfa, de crencha suelta,

de grandes ojos, blanca y esbelta,

que fue mi encanto, mi fe, mi amor?

 

¡Oh mundo ingrato, cuántos reveses

en ti he sufrido! La tempestad

todos mis campos dijo sin mieses…

la niña duerme bajo los cipreses,

su sueño arrulla la eternidad.

 

¡Todo ha pasado! ¡Todo ha caído!

Solo en mi pecho queda la fe,

como el guiñapo descolorido

que a la escultura flota prendido…

¡Todo se ha muerto! ¡Todo se fue!

 

Pero ¡qué amarga, profunda huella

llevo en mi pecho!... ¡Cuán triste estoy!...

La fe radiante como una estrella,

la casa alegre, la niña bella,

el perro amigo… ¿Dónde están hoy?

 

¡Oh calle sola, vetusta casa!

¡angostas puertas de aquel balcón!

Si todo muere, si todo pasa

¿por qué esta fiebre que el pecho abrasa

no ha consumido mi corazón?

 

Ya no hay macetas llenas de flores

que convirtieran en un pensil

Azotehuelas y corredores…

Ya no se escuchan frases de amores,

ni hay golondrinas del mes de abril.

 

Frente a la casa la cruz cristiana

del mismo templo donde rezó,

las mismas misas de la mañana,

la misa torre con la campana

que entre mis brazos la despertó.

 

Vetusta casa, mansión desierta,

mírame solo volviendo a ti…

arrodillado beso tu puerta

creyendo loco que aquella muerta

adentro espera pensando en mí.

 

 

Juan de Dios Peza

29 de junio de 1852

Ciudad de México

 


miércoles, 25 de junio de 2025

INFAME TURBA

 

INFAME TURBA

 

Nunca supimos qué pájaro era aquel

que cantaba al besarnos…

 

Al besarnos el alba

sería la alondra ilustre,

el vano timbalero de Verona,

diana floreciendo en el dormido alféizar,

salvas inoportunas,

diligentes clarines matinales

hostigando al amante perezoso

su ligera fanfarria.

 

Nunca supimos qué pájaro era aquel

que cantaba…

 

Que cantaba en la noche,

ruiseñor, geiser puro

de lágrimas brotando, silenciosa

perla de la armonía, copa lívida

desbordando tristeza y ebriedad.

Voz sacra de la luna. A su conjuro,

espectral  médium pálido,

entre la fronda ensimismada surgen

invocadas estatuas.

 

Nunca supimos qué pájaro era aquel…

 

Era aquel mirlo blanco

que llamaba desde la oscura tarde,

cuco, péndulo primaveral

pausadamente hiriendo en el recuerdo.

Ribera del amor, aparejadas

las aves, las sonrisas, golondrinas,

paloma de collar, colibrí, pechirrojo,

pueblan libres el ámbito.

 

Nunca supimos qué pájaro…

 

¿Qué pájaro del frío, aguzanieves

del olvido, avefría, nevatilla,

trémulas patas sobre ramas yertas,

con sus picos hurgando en el sonoro

corazón, tronco vivo retumbante,

cavaban tumbas al helor del tiempo?

 

Nunca supimos…

 

Supimos bien si aquel reclamo era

gorjeo artificial, ruedas, tornillos,

n jilguero mecánico, espejuelos

o canario de cuerda, fidelísima

tórtola de latón y purpurina,

selvática viuda desolada.

 

Nunca…

 

Sí, nunca nos besamos.

 

Pablo García Baena

29 de junio de 1923

Córdoba

martes, 24 de junio de 2025

JUNIO

 


JUNIO

 

Oh, sé que he de buscarte

cuando el otoño abrume con sus frutos goteantes

la tierra,

cuando las mozas pasen mordiendo los racimos

como si fueran labios,

cuando las piernas rudas de los hombres

se tiñan con la sangre púrpura de las vides

y quede una canción flotando en el azul helor de la tarde

madura.

Oh, sé que he de buscarte.

Cuando caiga en el río el beso desmayado de la última

adelfa buscaré tus pisadas sobre la arena tibia

donde tu cuerpo expiraba bajo el mío

como un talle verde en el suspenso mediodía.

Oh, sé que he de buscarte

cuando el dormido cisne del otoño aletee en su nido;

pero Junio es ahora un pasto silencioso

que coronan los oros sagrados de la trilla,

y yo bebo en tu cuero la música desnuda

que languidece en los violines lentos de la siesta.

Oh, yo sé que he de buscarte

cuando la campiña despierte del letargo amarillo

de los élitros;

pero ahora es tu cuerpo sólo, tu cuerpo junto al mío,

mientras Junio incendia la felicidad de los montes

más lejanos

y el río besa tímidamente nuestros pies

como si Narciso nos contemplara con sus diluidos ojos

verdes de agua. 

 

Pablo García Baena

29 de junio de 1923

Córdoba

sábado, 21 de junio de 2025

EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS...


EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS…

 

El ciego amor no sabe de distancias

y, sin embargo, el corazón desierto

todo su espacio para mucho olvido

le da lugar para perderse a solas

entre cielos abismos y horizontes.

Cuando me quieres, al mirarme adentro,

mientras la sangre nuestra se confunde,

una redonda lejanía profunda

hace posible nuevas ilusiones.

Ser tuyo es renacerme porque logras

borrar, hundir, que se retiren todos

los espejos, los muros de mi alma.

Blancura del amor. con cuánto fuego

se anunció tu presencia. Tengo ahora

la luz de aquel incendio y un vacío

donde esperar, donde temer tu vida.  

 

Manuel Altolaguirre

29 de junio de 1905

Málaga

 

miércoles, 18 de junio de 2025

NO ME CONDENES



NO ME CONDENES

 

Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:

Ojos inusitados de sulfato de cobre.

Llamábase María; vivía en un suburbio,

y no humo entre nosotros ni sombra de disturbio.

 

Acabamos de golpe: su domicilio estaba

contiguo a la estación de los ferrocarriles,

y ¿Qué noviazgo puede ser duradero

entre campanadas centrífugas y silbatos febriles?

 

El reloj de su sala desgajaba las ocho;

era diciembre, y yo departía con ella

bajo la limpidez glacial de cada estrella.

El gendarme, remiso a mi intriga inocente,

hubo de ser, al fin, forzoso confidente.

 

María se mostraba incrédula y tristona:

yo no tenía traza de una buena persona.

¿Olvidarás acaso, corazón forastero,

el acierto nativo de aquella señorita

que oía y desoía tu pregón embustero?

 

Su desconfiar ingénito era ratificado

por los perros noctívagos, en cuya algarabía

reforzábase el duro presagio de María.

 

¡Perdón, María! novia triste, no me condenes;

cuando oscile el quinqué y se abatan las ocho

cuando el sillón te mezca, cuando ululen los trenes,

cuando trabes los dedos por detrás de tu nuca,

no me juzgues más pérfido que uno de los silbatos

que turban tu faena y tus recatos.

 

Ramón López Velarde

15 de junio de 1888

Jerez Frontera- México


HOY COMO NUNCA, ME ENAMORAS Y ME ENTRISTECES...

 

HOY COMO NUNCA, ME ENAMORAS Y ME ENTRISTECES…

 

Hoy como nunca, me enamoras y me entristeces;

si queda en mí una lágrima, yo la excito a que lave

nuestras dos lobregueces.

 

Hoy, como nunca, urge que tu paz me presida;

pero ya tu garganta solo es una sufrida

blancura, que se asfixia bajo toses y toses,

y toda tú una epístola de rasgos moribundos

colmada de dramáticos adioses.

 

Hoy, como nunca, es venerable tu esencia

y quebradizo el vaso de tu cuerpo,

y sólo puedes darme la exquisita dolencia

de un reloj de agonías, cuyo tic-tac nos marca

el minuto de hielo en que los pies que amamos

han de pisar el hielo de la fúnebre barca.

 

Yo estoy en la ribera y te miro embarcarte:

huyes por el río sordo, y en mi alma destilas

el clima de esas tardes de ventisca y de polvo

en las que doblan solas las esquilas.

 

Mi espíritu es un paño de ánimas, un paño

de ánimas de iglesia siempre menesterosa;

es un paño de ánimas goteado de cera,

hollado y roto por la grey astrosa.

 

No soy más que una nave de parroquia en penuria,

nave en que se celebran eternos funerales,

porque una lluvia terca no permite

sacar el ataúd a las calles rurales.

 

Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor

cavernoso y creciente de un salmista;

mi conciencia, mojada por el hisopo, es un

ciprés que en una huerta conventual se contrista.

 

Ya mi lluvia es diluvio, y no miraré el rayo

del sol sobre mi arca, porque ha de quedar roto

mi corazón la noche cuadragésima;

no guardan mis pupilas ni un matiz remoto

de la lumbre solar que tostó mis espigas;

mi vida es solo una prolongación de exequias

bajo las cataratas enemigas.

 

Ramón López Velarde

15 de junio de 1888

Jerez Frontera- México

lunes, 16 de junio de 2025

YO VEO A TU DRAGÓN LLORANDO CIEGO...

 


YO VEO A TU  DRAGÓN LLORANDO CIEGO…

 A Pablo Neruda

Yo veo a tu dragón llorando ciego,

con el hambre clavada entre las cejas,

lamer la sombra, cuando tú te alejas

y queda yerto el polvo de tu fuego.

 

Zozobrar en el rojo, ingente riego

de fluviales hespérides complejas,

limpiar su pelo de memorias viejas

y sonreír, agonizando luego.

 

Si la piedad su tierna flor incuba

para ti, entre blasfemias y escorpiones,

el placer del martirio es tu camino.

 

Cuando a tu frente el sacro aliento suba,

cautiva el canon, luz de sus lecciones,

y plántalo en el centro de tu sino.

 

Rosa Chacel

3 de junio de 1898

Valladolid

EL CANTO DE LA ANGUSTIA

 

EL CANTO DE LA ANGUSTIA

 

Yo andaba solo y callado

porque tú te hallabas lejos;

y aquella noche

te estaba escribiendo,

cuando por la casa desolada

arrastró el horror su trapo siniestro.

 

Brotó la idea, ciertamente,

de los sombríos objetos:

el piano,

el tintero,

la borra de café en la taza,

y mi traje negro.

 

Sutil como las alas del perfume

vino tu recuerdo.

Los ojos de joven cordial y triste,

tus cabellos,

como un largo y suave pájaro

de silencio.

(Los cabellos que resisten a la muerte

con la vida de la seda, en tanto misterio.)

Tu boca donde suspira

la sombra interior habitada por los sueños.

Tu garganta,

donde veo

palpitar como un sollozo de sangre,

la lenta vida en que te mece durmiendo.

 

Un vientecillo desolado,

más que soplar, tiritaba en soplo ligero.

Y entre tanto,

el silencio,

como una blanda y suspirante lluvia

caía lento.

 

Caía de la inmensidad,

inmemorial y eterno.

Adivinábase afuera

un cielo,

pero que oscuro:

un angustioso cielo ceniciento.

 

Y de pronto, desde la puerta cerrada

me dio en la nuca un soplo trémulo,

y conocí que era la cosa mala

de las cosas solas, y miré el blando techo.

Diciéndome: “Es una absurda

superstición, un ridículo miedo.”

Y miré la pared impávida.

 

Y noté que afuera había parado el viento.

¡Oh aquel desamparo exterior y enorme

del silencio!

Aquel egoísmo de puertas cerradas

que sentía en todo el pueblo.

Solamente no me atrevía

a mirar hacia atrás,

aunque estaba cierto

de que no había nadie;

pero nunca,

¡Oh, nunca habría mirado de miedo!

Del miedo horroroso

de quedarme muerto.

 

Poco a poco, en vegetante

pululación de escalofrío eléctrico,

erizáronse en mi cabeza

los cabellos.

Uno a uno los sentía,

y aquella vida extraña era otro tormento.

 

Y contemplaba mis manos

sobre la mesa, qué extraordinarios miembros;

mis manos tan pálidas,

manos de muerto,

y noté que no sentía

mi corazón desde hacía mucho tiempo.

Y sentí que te perdía para siempre,

con la horrible certidumbre de estar despierto,

y grité tu nombre

con un grito interno,

con una voz extraña

que no era la mía y que estaba muy lejos.

Y entonces, en aquel grito,

sentí que mi corazón muy adentro,

como un racimo de lágrimas,

se deshacía en un llanto benéfico.

 

Leopoldo Lugones

13 de junio de 1874

Villa de María – Argentina

martes, 10 de junio de 2025

MEDITACIÓN

 


MEDITACIÓN

Qué extraño puede ser,

al cabo de los años, el amor,

o la memoria del amor, o el rastro

que deja, al apagarse, la memoria.

Juan Margarit

 

Amor y desamor como una misma

y ardua asignatura

nunca bien aprendida.

Siempre

bordeando peligrosamente

las cifras del suspenso.

Anverso y cruz de una medalla. Filo

donde los sueños sufren

desasistidos. Solos.

Pienso

que sí, que es muy extraño verlo ahora,

sentirlo como una paloma agónica

pegada a los cristales

en los que la memoria ha puesto sus visillos y todo

es como fue o no fue.

Algunas veces

me adentro en sus espacios

como si fuera el cuadro

de un pintor malogrado.

Recorro sus caminos,

la exaltación de sus paisajes

arrebatados a la sombra,

a los escalofríos, a las dudas…

Tiemblan en ellos los colores, las líneas

ensoñadas.

Tal vez aciertas.

Y en misteriosa veladura

se diluyen figuras que tuvieron

la consistencia incólume del mármol.

Palabras, gestos, actos se disuelven

desamparados, imposibles…

Qué extraño, sí qué extraño.

Acaso nunca

supimos comprender del todo.

Y cuando un día, inesperadamente,

necesitamos hablar de ello,

no tenemos más verdad que el dolor,

y la imprecisión de la palabra.

 

Angelina Gatell

8 de junio de 1926

Barcelona

MADRIGAL DE VERANO

 

MADRIGAL DE VERANO

 

Agosto de 1920

Vega de Zujaira

 

Junta tu roja boca con la mía,

¡Oh Estrella la gitana!

Bajo el oro solar del mediodía

morderé la manzana.

 

En el verde olivar de la colina

Hay una torre mora

Del color de tu carne campesina

Que sabe a miel y aurora.

 

Me ofrece en tu cuerpo rquemado,

El divino aliento

Que da flores al cauce sosegado

Y luceros al viento.

 

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?

¿Por qué me diste llenos

De amor tu sexo de azucena

Y el rumor de tus senos?

 

¿No fue por mi figura entristecida?

(¡Oh mis torpes andares!)

¿Te dio lástima acaso de mi vida,

Marchita de cantares?

 

¿Cómo no has preferido a mis lamentos

Los muslos sudorosos

De un San Cristóbal campesino, lentos

En el amor y hermosos?

 

Danaide del placer eres conmigo.

Femenino Silvano.

Huelen tus besos como huele el trigo

Reseco del verano.

 

Entúrbiame los ojos con tu canto.

Deja tu cabellera

Extendida y solemne como un manto

De sombra en la pradera.

 

Píntame con tu boca ensangrentada

Un cielo del amor,

En un fondo de carne la morada

Estrella de dolor.

 

Mi pegaso andaluz está cautivo

De tus ojos abiertos;

Volará desolado y pensativo

Cuando los vea muertos.

 

Y aunque no me quisieras te querría

Por tu mirar sombrío,

Como quiere la alondra al nuevo día,

Sólo por el rocío.

 

Junta tu roja boca con la mía,

¡Oh Estrella la gitana!

Déjame bajo el claro mediodía

Consumir la Manzana.

 

Ferderico García Lorca

5 de junio de 1898

Fuente Vaqueros (Granada)

lunes, 9 de junio de 2025

COSAS INOLVIDABLES

 


COSAS INOLVIDABLES

 

Pero ante todo piensa en esta patria,

en estos hijos que serán un día

nuestros: el niño labrador, el niño

estudiante, los niños ciegos. Dime

qué será de ellos cuando crezcan, cuando

sean altos como yo y desamparados.

Por mí, por nuestro amor de cada día,

nunca olvides, te pido que no olvides.

Los dos nacimos con la guerra. Piensa

lo mal que estuvo aquella guerra para

los pobres. Nuestro amor pudo haber sido

bombardeado, pero no lo fue.

Nuestros padres pudieron haber muerto

y no murieron. ¡Alegría! Todo

se olvida. Es el amor. Pero no. Existen

cosas inolvidables: esos ojos

tuyos, aquella guerra triste, el tiempo

en que vendrán los pájaros, los niños.

Sucederá en España, en esta mala

tierra que tanto amé, que tanto quiero

que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,

quisiera no acordarme de la patria,

dejar a un lado todo aquello. Pero

no podemos insolidariamente

vivir sin más, amarnos, donde un día

murieron tantos justos, tantos pobres.

Aún a pesar de nuestro amor, recuerda.

 

Carlos Sahagún

4 de junio de 1938

Onil (Alicante)

 

A VECES

 


A VECES

 

A veces cuando era

temprano todavía para verte

o cuando la ventana

se abría a la distancia y al sonido

de tanto hierro puesto y tanta arena

que cruje a tierra extraña en los caminos

remoto a la esperanza

me volvía a aquel sitio en que dejamos

las soledades juntas y las voces.

 

Te hallaba limitada

de corazón disperso y de alegría

por todos los costados y flotando

en la noche segura y abundante

que nunca se consuma.

 

Sin embargo a lo lejos

tan pronto me acogías con los nombres

de las cosas comunes, en sigilo

sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.

 

Entonces por entero

reincorporado al límite del cuerpo

volvía a la certeza de la espera.

 

Carlos Barral

2 de junio de 1928

Barcelona

miércoles, 4 de junio de 2025

NADIE ES PROFETA EN SU ESPEJO

 

NADIE ES PROFETA EN SU ESPEJO

 

Dime, ¿sientes aún la antigua herida

cuando el amor te baña en su oleaje y

el beso es luz como el amor es traje

y el labio es sed como la noche es vida?

 

Dime que sí, que sí, como me dices

que no con la tristeza arrinconada

cuando ya el beso se convierte en nada

en los mártires labios aprendices.

Tú, mi instantaneidad, mi únicamente,

la lluvia que vino a vivir conmigo,

trigo es mi voz cuando te nombra,

trigo, puente es mi cuerpo al abrazarte, puente.

 

Tú, mi diaria eternidad primera,

la noche que se junta con el día

cuando cruje en la carne la alegría

y a la puerta del cuarto el mar espera,

 

y el espejo es un agua tiritando,

y el agua sube lentamente un monte

donde tu cuerpo llena el horizonte

y veo lo mismo en lo que estoy soñando.

 

Luis Rosaless

31 de mayo de 1910

Granada