HOY COMO NUNCA, ME ENAMORAS Y
ME ENTRISTECES…
Hoy como nunca, me
enamoras y me entristeces;
si queda en mí una lágrima,
yo la excito a que lave
nuestras dos
lobregueces.
Hoy, como nunca, urge
que tu paz me presida;
pero ya tu garganta
solo es una sufrida
blancura, que se
asfixia bajo toses y toses,
y toda tú una epístola
de rasgos moribundos
colmada de dramáticos
adioses.
Hoy, como nunca, es
venerable tu esencia
y quebradizo el vaso
de tu cuerpo,
y sólo puedes darme
la exquisita dolencia
de un reloj de agonías,
cuyo tic-tac nos marca
el minuto de hielo en
que los pies que amamos
han de pisar el hielo
de la fúnebre barca.
Yo estoy en la ribera
y te miro embarcarte:
huyes por el río
sordo, y en mi alma destilas
el clima de esas
tardes de ventisca y de polvo
en las que doblan
solas las esquilas.
Mi espíritu es un
paño de ánimas, un paño
de ánimas de iglesia
siempre menesterosa;
es un paño de ánimas
goteado de cera,
hollado y roto por la
grey astrosa.
No soy más que una
nave de parroquia en penuria,
nave en que se
celebran eternos funerales,
porque una lluvia
terca no permite
sacar el ataúd a las
calles rurales.
Fuera de mí, la
lluvia; dentro de mí, el clamor
cavernoso y creciente
de un salmista;
mi conciencia, mojada
por el hisopo, es un
ciprés que en una
huerta conventual se contrista.
Ya mi lluvia es
diluvio, y no miraré el rayo
del sol sobre mi
arca, porque ha de quedar roto
mi corazón la noche
cuadragésima;
no guardan mis
pupilas ni un matiz remoto
de la lumbre solar
que tostó mis espigas;
mi vida es solo una
prolongación de exequias
bajo las cataratas
enemigas.
Ramón López Velarde
15 de junio de 1888
Jerez Frontera-
México
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