viernes, 5 de enero de 2024

AL EMPEZAR EL AÑO

 

AL EMPEZAR EL AÑO

 

Nada parece haber cambiado,

el ciclo vuelve y vuelve,

con fiereza la fuerza resurge

queriendo abocar la incertidumbre,

lo taciturno, lo inesperado y lo indeseable.

 

Un principio con todo el peso de la locura,

parte con osadía los diques de la mudez;

esa oblicuidad al asombro de lo convexo,

esa negación a lo absurdo de la multitud,

al delirio de una hoja de papel en blanco,

al revoloteo de ideas sin culminar,

sin abordar los esquejes de coyuntura

en una cifra sobre el mantel.

 

Un principio con la fuerza y el tesón

de mutar lo impertinente en juicioso,

la mediocridad en majestuosidad,

de romper el suplicio de un embate

a la hora de partir hacia el atardecer

en una nube enmarañada.

 

El primer día, el primer llanto,

la primera mueca de resplandor,

los primeros retazos, balbuceos,  

vienen con la solera pericial aprehendida,

con el desvelo al caer la tarde sobre zaguanes

de impronta valentía,

dando al ajuste de la torpeza

la sutilidad que profiere el veredicto,

afrontando desbarajustes y devanando esbozos de paz,

a la aureola del entresijo en otra vera y otro rumbo.

 

El comienzo del día,

la apertura de embozo augura la aquiescencia,

desmiembra el engranaje de la huída,

los acólitos del tiempo acogen entornos verosímiles

envolviendo la avidez en retales de alborozo

con el arrojo de la intrepidez por emprender la cruzada.

 

Al empezar un año,

como el estreno del sol, la luz, la belleza,

la alforja vacía,

sin denostar la palabra,

plasmar el lienzo de viejos rencores acodados en la sombra,

borrando las pautas de dolor al caminar por otro andurrial.

 

Gloria Gómez Candanedo

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