TODO SERÁ SILENCIO
Estaba el muro triste en
lo oscuro del parque;
madreselvas tronchadas entre
mustios jazmines,
todo ya con la tarde
húmeda de la lluvia
arrastrando la pena hacia
una larga noche.
La memoria encendía los
muros encalados
de otro lejano huerto con
naranjos y sol,
pero no era posible anudar
la mañana
y se vistió el camino su más
intensa sombra.
De pronto fuiste centro de
la tristeza mía,
el vaso me llenaste de no
sé qué nostalgia,
y quise reavivarte
soplando la ceniza,
volverte a este recuerdo
que acaso no recuerdes.
Cuántas cosas por dentro
asiéndose a la trama
del tiempo que se aleja
limándonos las horas.
Qué torpemente el pie por
el camino nunca
Creyendo que en el polvo
se quedará su huella.
Quiero incrustarte ahora
en la piel de este instante,
sumamos a la causa contra
viento y marea,
sabemos en el muro antiguo
de aquel huerto,
o en otro no nacido, pero
que acaso llegue
no sé por qué destino de
pájaro o de rama.
Inventa una plegaria que
nos una en el coro
del espacio sin eco
reservado al silencio.
Ya no quiero dolerme de lo
que me rodea.
Flores en el tejado me
están gritando: “Canta.”
Puede ser jaramago en la
teja encendida
y sentirte en el tallo
cuando el viento me impulse.
De este mi estar perenne
siempre de cara al cielo,
algún calor de vida me
dará testimonio.
Cuanto más se me acorta el
camino, más brusco
ir sobre la dureza del
cristal y la piedra;
sobre lo que perdura
fijándose en el tiempo.
Estar, estar, saberme en
latido y en sangre,
alimentando orillas con la
sal de mis olas.
Me crezco cual la llama en
estas rebeldías
antes de que las alas se
resistan al vuelo.
Después ya lo sabemos,
será silencio todo.
Silencio y más silencio.
Tan sólo un gran silencio.
Concha Lagos
23 de enero de 1907
Córdoba
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