SU MAJESTAD EL TIEMPO
El viejo Patriarca,
que todo lo abarca,
se riza la barba de
príncipe asirio;
su nívea cabeza parece un
gran lirio,
parece un gran lirio la
nívea cabeza del viejo Patriarca.
Su pálida frente es un
mapa confuso:
la abultan montañas de
hueso,
que forman lo raro, lo
inmenso, lo espeso
de todos los siglos del
tiempo difuso.
Su frente de viejo ermitaño
parece el desierto de todo
lo antaño:
en ella han carpido la
hora y el año,
lo siempre empezado, lo
siempre concluso,
lo vago, lo ignoto, lo
iluso, lo extraño,
lo extraño y lo iluso…
Su pálida frente es un
mapa confuso:
la cruzan arrugas, eternas
arrugas,
que son cual los ríos del
bajo país de lo obstruso
cuyas olas, los años, se
escapan en rápidas fugas.
¡Oh, las viejas, eternas
arrugas;
Oh los surcos oscuros:
pensamientos en formas de
orugas
de donde saldrán los
magníficos siglos futuros!
Julio Herrera y Reissig
9 de enero de 1875
Montevideo (Uruguay)
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