ETERNIDAD
Yo sé que estaba entonces
cuando nada existía…
Estaba allí, en las
sombras de un valle solitario
donde aún no fluía la
música del agua.
Mi desnudez se alzaba
sobre el vago paisaje
como un grito de auxilio
en el mortal vacío.
Fueron mis senos las
primeras flores,
y mi vientre la almohada
de la vida;
nacieron de mis ojos las
estrellas
y mi mano encendió la viva
antorcha
de la continuidad. Bestias
y plantas
latían a la vez en mis
arterias.
Avanzaba insegura entre
las sombras
y a mi paso las tierras
florecían…
¡Ya ves si es vieja el
alma que te busca!
¡Qué corte de milenios la
acompaña!
Presencié la erupción de
los volcanes,
el duro nacimiento de los
montes;
ví marchitarse inmensos
vegetales
que ya no conocieron los
humanos.
Y hundida en las tinieblas
inauditas,
escuché los aullidos de
los monstruos
que mataban la luz a
cuchilladas.
Heme aquí, tan antigua
como el mundo,
con este amor nacido de mi
frente,
con esta enorme sed que no
he saciado.
No me exijas virginidad
alguna.
Allá, en aquel silencio
pavoroso,
la vida me violó
bárbaramente…
Manchada estoy por la
humedad del musgo,
por la tierra y el fuego y
la lascivia
milagrosa del aire. Si me
quieres,
tómame fecundada por los
sueños,
preñada por la gracia de
los siglos.
Susana March
29 de enero de 1918
Barcelona
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