lunes, 22 de enero de 2024

SOLO DE TROMPETA

 


SOLO DE TROMPETA

 

 

Cuando ya las miradas de todos se conocían vagamente,

a través de las pupilas nubladas por el alcohol,

de aquella música confusa, de la penumbra de aquel humo, del caos

vino un silencio imperceptible,

y una trompeta sola, de fuego, nos quemaba la vida.

 

O acaso era de hielo aquella música:

inertes los sonidos, para que cada uno de nosotros

los hiciese movibles, los llenase de espíritu.

Por cada uno de los hombres

la música cantaba diferente: con alegría estéril

en la mujer que me miraba, con cansada tristeza

en unos yertos labios, y en el muchacho solitario

con profunda nostalgia de vejez;

la música cantaba diferente, sin que nadie supiera

cómo sonaba junta, con qué intenso dolor.

 

En aquel cuarto oscuro

nada correspondía a la verdad del hombre:

la emoción estridente del músico era falsa,

torpe el engaño de los otros.

La verdad es humilde y es sencilla.

La soledad, al compartirla con otras soledades,

hace más viva la impotencia,

y empuja al hombre entonces a regiones heroicas

con sólo en sentimiento.

Después cae un cansancio sobre el alma

por esta lucha inútil, se resiente

tanta falsa virtud, la mentida pureza;

y cuando la trompeta, desmayada, se extingue en el silencio,

sólo quedan visibles, descubiertos al fin, los más ocultos,

los más tenaces vicios:

se reconocen las miradas y puede haber piedad,

y hasta sentir alguno un tibio amor.

 

La trompeta de fuego,

muda sobre una mesa, la vemos amarilla,

y esta vieja y rayada.

 

Francisco Brines

22 de enero de 1922

Oliva – (Valencia)

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