jueves, 21 de marzo de 2024

LA DESPEDIDA

 

LA DESPEDIDA

 

 

¿Queríamos separarnos? ¿Era lo justo y los sabio?

¿Por qué nos asustaría la decisión como si fuéramos a cometer un crimen?

¡Ah! poco nos conocemos,

pues un dios manda en nosotros.

 

¿Traicionar a ese dios? ¿Al que primero nos infundió

el sentido y nos infundió la vida, al animador,

al genio tutelar de nuestro amor?

Eso, eso yo no lo hubiera permitido.

 

Pero el mundo se inventa otra carencia,

otro deber de honor, otro derecho, y la costumbre

nos va gastando el alma

día tras día disimuladamente.

 

Bien sabía yo que como el miedo monstruoso y arraigado

separa a los dioses y a los hombres,

el corazón de los amantes, para expiarlo,

debe ofrendar su sangre y perecer.

 

¡Déjame callar! Y desde ahora, nunca me obligues a contemplar

este suplicio, así podré marchar en paz

hacia la soledad,

¡y que este adiós aún nos penenezca!

 

Ofréceme tú misma el cáliz, beba yo tanto

del sagrado filtro, tanto contigo de la poción letea,

que lo olvidemos todo amor y odio!

 

Yo partiré. ¡Tal vez dentro de mucho tiempo

vuelva a verte, Diotima! Pero el deseo ya se habrá desangrado

entonces, y apacibles

como bienaventurados

 

nos pasearemos, forasteros, el uno cerca al otro conversando,

divagando, soñando, hasta que este mismo paraje del adiós

rescate nuestras almas del olvido

y dé calor a nuestro corazón.

 

Entonces volveré a mirarte sorprendido, escuchando como otrora

el dulce canto, las voces, los acordes del laúd,

y más allá del arroyo la azucena dorada

exhalará hacia nosotros su fragancia.

 

Friedrich Holderlin

20 de marzo de 1770

Lauffen am neckar (Alemania)

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