martes, 19 de marzo de 2024

NIÑEZ SONÁMBULA

 


NIÑEZ SONÁMBULA

 

 

Era una casa grande, vacía, llena de ecos,

con veinte ventanales abiertos hacia el mar.

Y el mar sonaba triste contra el acantilado

como el destino  sueña y acaba por matar.

Era una casa rara porque nada pasaba

y siempre parecía que algo iba a pasar.

Era una casa loa como aquella en que, niño,

según ahora me explican, nunca llegué a vivir,

pero que yo recorro, sabiendo los secretos

de sus cien corredores y sus puertas ocultas,

sus vueltas y revueltas, sus cámaras cargadas

de perfumes pesados y de un pasado horror

que todas las ventanas abiertas hacia un mar

de luz y de aventura, y disponibilidad,

no barren con su brisa, ni liberan del ¡ay!

Era una casa antigua. Y triste sin razón.

Allí viví de niño, y allí vivo de veras

por mucho que me nieguen. Y así, ciego, atravieso

los pasillos sin fin y las salas vacías, 

y esas puertas que empujo para abrir otras salas,

todas ricas, lujosas, con sus tapicerías,

relojes, porcelanas, cortinas y recuerdos.

Todas eran iguales, repetidas, abiertas,

la rosa y la morada, la del león de oro,

la del abuelo Juan… ¿En qué se distinguían?

Yo abría puertas, puertas, buscando una salida,

lloraba algunas veces sin saber bien por qué,

y huía como un ciervo frente a aquella doncella

que me decía amable; “¿Qué quiere el señorito?”

Huir, huir, mi vida sólo ha sido una huída

sinsabor hacia dónde y sin saber por qué.

Huir de aquella casa donde viví de niño,

aunque según me dicen nunca viví de veras.

No es un sueño. No. Veo oculto y real

a ese niño que mira con ojos espantados

detrás de una ventana, la mar, la mar, la mar.

 

Gabriel Celaya

18 de marzo de 1911

Hernani (Guipúzcoa)

 

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