CONTRA MI SEXO TE ENSAÑAS…
Contra mi sexo te ensañas
y de inconstante lo
acusas;
quizá porque así te
excusas
de recibir cargo igual.
Mejor obrará si emprendes
analizar en ti mismo
del alma humana el abismo,
buscando el foco del mal.
Proclamas que las mujeres
(cual dijo no sé quién
antes),
piensan amar sus amantes
cuando aman sólo al amor;
que el vago ardor del
deseo
se agita constante en
ellas;
mas pasa sin dejar huellas
su preferencia mayor.
¡Ay, amigo! No te niego
verdad que tan sólo prueba
que son las hijas de Eva
como los hijos de Adán.
A entrambos el daño vino
de la funesta manzana,
y a toda la raza humana
sus tristes efectos van.
¡Misera raza!... su mengua
Sufre, pero no la
entiende;
y aún sueña y hallar
pretende
bienes que torpe perdió.
Tras ellos ciega se lanza,
girando en vértigo insano…
mas nunca su empeño vano
ni aun en sombra los gozó.
Amor pide, dicha busca,
y a esperar loca se atreve
que en vaso corrupto y
breve
apague el alma se sed;
pero ella su afán inmenso
siente perenne, profundo,
y rompe lazos del mundo
como el águila la red.
En balde en la extraña
lucha
de su cansancio y su
anhelo
le agrada tomar el velo
que la presenta el error,
y en los pálidos fantasmas
-Que agranda ilusa ella
sola
se finge ver la aureola
de la dicha y del amor.
¡Resbala pronto la venda!
¡Resbala y ve –con despecho-
que vuela, en humo
deshecho,
el fulgor de su ilusión!
Pues no cabe en ser que
piensa
que eterno el engaño sea
aunque inmortal es la idea
que seduce al corazón.
No es, no, flaqueza en
nosotros,
si indicio de altos
destinos,
que aquellos bienes
divinos
nos sirvan de eterno imán,
y que el alma no los halle,
-Por más que activa se
mueva
ni tú en las hijas de Eva,
ni yo en los hijos de Adán-.
Unas y otros nos quedamos
de los ideal a distancia
y en todos es la
inconstancia
constante anhelo del bien.
¡De amor y dicha tenemos
sólo un recuerdo nublado;
pues su goce fue enterrado
bajo el árbol del edén!
Jamás ¡oh amigo! Ventura
ni amor eterno hallaremos…
Pero ¿qué importa?
¡esperemos!
Porque es vivir esperar;
y aquí –do todo nos habla
de pequeñez y mudanza
sólo es grande la
esperanza
y perenne el desear-.
Gertrudis Gómez de
Avellaneda
23 de marzo de 1914
Puerto Príncipe (Cuba)
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