EL PAN NUESTRO
Para Alejandro Gamboa
Se bebe el desayuno… húmeda
tierra
de cementerio huele a
sangre amada.
Ciudad de invierno… ¡La
mordaz cruzada
de una carrera que
arrastrar parece
una emoción de ayuno
encadenada!.
Se quisiera tocar todas
las puertas,
y preguntar por no sé quién;
y luego
ver a los pobres, y,
llorando quedos,
dar pedacitos de pan
fresco a todos.
¡Y saquear a los ricos sus
viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la
Cruz!
¡Pestaña matinal, no os
levantéis!
¡El pan nuestro de cada día
dánoslo,
Señor…!
Todos mis huesos son
ajenos;
¡yo tal vez los robé!
Yo vine a darme lo que
acaso estuvo
asignado para otro;
¡y pienso que, si no
hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón… ¡A dónde
iré!
Y en esta hora fría, en
que la tierra
trasciende a polvo humano
y es tan triste,
quisiera yo tocar todas
las puertas,
y suplicar a no sé quién,
perdón,
y hacerle pedacitos de pan
fresco
aquí, ¡en el horno de mi
corazón…!
César Vallejo
16 de marzo de 1892
Santiago de Chuco (Perú)
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