PRIMAVERA
Cuando era primavera en España:
frente al mar, los espejos
rompían sus barandillas
y el jazmín agrandaba
su diminuta estrella,
hasta cumplir el límite
de su aroma en la noche.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
junto a la orilla de los ríos,
las grandes mariposas de
la luna
fecundaban los cuerpos
desnudos
de las muchachas
y los nardos crecían
silencios
dentro del corazón
hasta taparnos la
garganta.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
todas las playas convergían
en un anillo
y el mar sonaba entonces,
como el ojo de un pez
sobre la arena,
frente a un cielo más
limpio
que la paz de una nave,
sin viento, en su pupila.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
los olivos temblaban
adormecidos bajo la sangre
azul del día,
mientras que el sol rodaba
desde la piel tan limpia
de los toros,
al terrón en barbecho
recién movido por la
lengua caliente de la azada.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
los cerezos en flor
se clavaban de un golpe
contra el sueño
y los labios crecían
como la espuma en celo de
una aurora,
hasta dejarse nuestro cuerpo
a su espalda,
igual que el agua humilde
de un arroyo que empieza.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
todos los hombres
olvidaban su muerte
y se tendían confiados,
juntos, sobre la tierra
hasta olvidarse el tiempo
y el corazón tan débil por
el que ardían.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
yo buscaba en el cielo,
yo buscaba
las huellas tan antiguas
de mis primeras lágrimas
y todas las estrellas
levantaban mi cuerpo
siempre tendido en una
misma arena,
al igual que el perfume,
tan lento,
nocturno, de las magnolias.
Cuando era primavera.
Pero, ¡ay!, tan sólo
cuando era primavera en España.
Solamente en España,
antes, cuando era
primavera.
Emilio Prados
4 de marzo de 1899
Málaga
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