NUEVO AMOR
Este cuerpo que Dios pone
en mis brazos
para enseñarme a andar por
el olvido,
no sé ni de quién es.
Al encontrarlo,
un ángel negro, una
gigante sombra,
se me acercó a los ojos, y
entró en ellos
silencioso y tenaz igual
que un río.
Todo lo destruyó con su
corriente.
Los íntimos lugares más
ocultos
visitó, alborotó; fue
levantado,
violento, dulce,
atropellado y roto,
a otro mundo en los bordes
de mi beso:
única flor aún viva en el
espacio,
que en más fecundo ardor
cambió la ausencia.
Luego en mi carne abrió
sus amplias alas,
clavándome sus plumas bajo
el pecho
todo temblor y anuncio de
otras dudas…
No sé qué vida, así, podrá
encenderme
la entrada de este ángel.
Soy un templo
arruinado, desde que vino
a mí:
farol vacío;
como puerta cerrada de lo
eterno…
Y lo que fui no sé: quizás
lo sepa,
cuando este cuerpo vuelva
a abandonarme
y yo vuelva a nacer desde
mis labios
despegado al calor que los
concibe…
Mas hoy, por fin, he
detenido al día
le he destrozado el corazón
al tiempo,
aunque dentro de mí como
una daga,
siento al ángel crecer,
que me atormenta.
Emilio Prados
4 de marzo de 1899
Málaga
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