NO, CORAZÓN, NO TE HUNDAS…
No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis
cerraros en llanto.
La visa es mucho más
larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle
que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes
todo.
Y aún tendrás que deberle
muchas cosas hasta que mueras,
y la muerte misma es un
deber que tienes hacia la vida.
Agradece al tiempo que,
mucho más sabio que tú, no apresure tus
horas de dolor ni se
demore en tus momentos de dicha,
sino que te los mida con
la misma igualdad, con la misma ecuanimidad generosa.
Agradece al sol que siga
saliendo puntualmente, ajeno por completo a ponerse
al compás febril de tu
pulso.
Te quejas. Dices que
sufres.
Dices que no puedes más.
Aún volverás a sufrir, y a
amar, y a sufrir de nuevo,
y a gozar otra vez y otra
y otra.
Sólo morirás una vez, eso
es lo único que no podrá repetirse,
pero la vida es una
continua repetición.
Te ha de dar todavía
muchas ocasiones de equivocarte,
y tú has de llegar aún a
acertar con el buen momento,
que el mundo te ha de
volver a brindar como te lo ha brindado
ya tanteas veces.
¿Dices que estás solo?
No es mirándote al espejo
como encontrarás compañía.
Coge el primer objeto que
esté a tu alcance,
un vaso, una flor o
simplemente el periódico.
Acarícialos, acarícialos.
Levanta la vista, tiéndela
alrededor tuyo.
Sí, es verdad que no
puedes ver los ojos que tú amas tanto.
Por hermosos que sean no
podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).
Habla, habla, pero no
contigo.
Déjate de soliloquios y
silogismos y sentimentales monólogos.
Habla con el cartero, con
el conductor del tranvía
(aunque esté prohibido);
habla con el niño que está
jugando en la acera,
vete a beber unas copas
con el primer borracho de la esquina.
¿Creías que el mundo
termina donde tú acabas?
Tú eres ya no fin, pero ni
siquiera comienzo de ninguna cosa.
No eres comienzo ni de ti
mismo.
¿Recuerdas a tu madre?
No la compadezcas: ya murió,
ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello
que le tocó en suerte.
Tú tienes todavía la de
vivir, la de seguir vivo.
No tengas ninguna prisa en
morirte.
No te esfuerces en buscar
lo único que posees seguro.
Vicente Gaos
27 de marzo de 1919
Valencia
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