CON ESTA BOCA, EN ESTE MUNDO
No te pronunciaré jamás,
verbo sagrado,
aunque me tiña las encías
de color azul,
aunque ponga debajo de mi
lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi
corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la
corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez hayas huido hacia
el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible
llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe
mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de
otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el
roce de la rama y el quejido del viento.
Y ni un solo temblor que
haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado
del silencio,
lo hemos condecorado lo
mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el
esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo,
con la lengua cortada.
¡Ah, no se trata de la
canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo
perdido,
trabé con cada sílaba los
bienes y los males que más temí perder.
A lo largo del corredor
suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como
el trueno
unas pocas monedas caídas
de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue
también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos
perdido,
porque ¿cómo nombrar con
esta boca,
cómo nombrar en este mundo
con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco
17 de marzo de 1920
Toay (Argentina)
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