DONDE FUISTE FELIZ ALGUNA VEZ…
Donde fuiste feliz alguna
vez
no debieras volver jamás:
el tiempo
habrá hecho sus destrozos,
levantado
su muro fronterizo
contra el que la ilusión
chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientas
ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción
subterránea, ruina.
Si la felicidad te la dio
una mujer
ahora habrá envejecido u
olvidado
y sólo sentirás asombro
–el de las maldiciones.
Si una taberna fue, habrá
cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincones habrá
ocupado
con intrusos
fantasmagóricos
que con su ajeneidad te
empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del
urbano progreso
tu cadáver diseminado.
No debieras volver jamás a
nada, a nadie,
pues toda historia
interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la
ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinando.
Mas sabes que la dicha es
como un criminal
que seduce a su víctima,
que la reclama con atroz
dulzura
mientras esconde la mano
homicida.
Sabes que volverás, que te
hallas condenado
a regresar, humilde, donde
fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió
en marcarte
con la nostalgia,
convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal,
girarás errabundo
alrededor del desastre
entrañable
como girase un perro ante
la tumba
de su dueño… su dueño… su
dueño.
Félix Grande
4 de febrero de 1937
Mérida (Badajoz)
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