domingo, 4 de febrero de 2024

MIENTRAS DESCIENDE EL SOL

 

 


MIENTRAS DESCIENDE EL SOL

 

 

Mientras desciende el sol, lento como la muerte,

observas a menudo esa calle donde está la escalera

que conduce a la puerta de tu guarida. Dentro

se encuentra un hombre pálido, cumplida ya, remota

la mitad de su edad, fuma y se asoma

hacia la calle desviada; sonríe solitario

a este lado de la ventana, la famosa frontera.

 

Tú eres ese hombre; una hora larga llevas

viento tus propios movimientos

pensando desde fuera, con piedad,

las ideas que en el papel pacientemente depositas;

escribiendo, como fin de una estrofa,

que es muy penoso, ser, así, dos veces,

el pensarse pensando,

la vorágine sinuosa de mirar la mirada,

como un juego de niños que tortura, paraliza, envejece.

 

La tarde, casi enferma de tan lejana,

se sumerge en la noche

como un cuerpo harto ya de fatiga, en el mar, dulcemente.

Cruzan aves aisladas el espacio de color indeciso

y, allá al final, algunos caminantes pausados

se dejan agostar por la distancia; entonces

el paisaje parece un tapiz misterioso y sombrío.

 

Y comprendes, despacio, sin angustia,

que esta tarde no tienes realidad, pues a veces

la vida se coagula y se interrumpe, y nada entonces

puedes hacer contra ello, más que sufrir un sufrimiento,

desorientado y perezoso, una manera de dolor marchito,

y recordar, prolijamente,

algunos muertos que fueron desdichados.

 

Félix Grande

4 de febrero de 1937

Mérida (Badajoz)

 

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