PULSO DE AMOR
Iba convaleciente
de una herida de amor en
el costado;
iba casi inconsciente
cuando te vi a mi lado
y hasta el pulso por ti se
me ha parado…
Buscaba mi cintura un
brazo que de noche la
ciñera,
ansiaba con locura,
un labio que se uniera
a mi boca cansada por la
espera…
Buscaba un hombro amigo
en dónde reposar la
madrugada
y un tibio olor a trigo,
una mano apretada
y el divino calor de una
mirada.
Estaba tan vacía,
tan harta de soñar y tan
sin sueño,
tan lejana y tan fría,
tan libre y tan sin dueño,
que tan sólo morir era mi
empeño…
Por lo cual, asombrada,
me quedé contemplando al
mediodía
ti figura delgada,
tu suave armonía
y tu casi perfecta geometría.
Alegres nos miramos
en la tarde morada de
violetas
y después caminamos
por plaza recoletas
salpicadas de rejas y
macetas.
Y de noche temblando,
perdida entre la niebla de
tu viento,
me bebí suspirando
la menta de tu aliento,
en un beso apretado, dulce
y lento…
¡Qué espesa la saliva!...
¡Qué lejano el ruido de la
calle!...
Y el labio cómo iba
-mariposa en el valle
de la espalda- …buscando
el fino talle…
Se desbocó en mi frente
el pulso como un perro
malherido
y paralelamente,
te sentí, en un gemido,
doblarte en mi garganta
sin ruido.
Y después… la almohada,
pesarosa del rizo y la
postura
y la sábana helada,
-mortaja de blancura-
plisándose sin voz a mi
cintura.
Rafael de León
6 de febrero de 1908
Sevilla
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