martes, 31 de diciembre de 2024

LOS CUARENTA

 


LOS CUARENTA

 

Recuerdo a mi madre despotricando

contra el pie de foto de un periódico en Managua:

“Anciana de 43 años, muere atropellada por un camión”.

No les bastaba con que hubiera sufrido la muerte

--decía—

encima la insultaban tachándola –tan joven—de anciana.

 

Mi madre, por ese tiempo, tendría la misma edad.

Y decía no sentirse vieja.

Yo la miraba con un poco de sospecha.

A los veinte, los cuarenta suenan remotos

y ciertamente a óxido y decrepitud:

¡cuánto engaño pueden encerrar los números!

 

Cuando me veo forzada a decir mi edad,

soy la primera que duda

que el número de años me corresponda.

 

Después de juventudes de angustia,

sé quién soy, lo que quiero

y el precio que estoy dispuesta a pagar por conseguirlo.

 

Me pregunto si, obligadas a temer el medio de la vida,

pasemos por alto el momento de equilibrio de la balanza:

el instante mágico

en que los astros de la vida se alinean

y, equidistantes el pasado y el futuro,

nos tornamos leves, aladas

prestas para danzar

tan solo por el inefable placer de movernos

y saber que cada movimiento nos pertenece.

 

Se me ocurre que hay que correr la voz:

¡Mujeres cuarentonas, uníos!

Vámonos de nuevo al bosque

y a la luz de la luna

bailemos otra vez las danzas paganas

de las antiguas

y sabias

brujas.

 

Gioconda Belli

Cuadro de Berthe Morisot

 

 

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