ÁRBOLES HOMBRES
Ayer tarde,
volvía yo con las nubes
que entraban bajo rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos
constantes.
La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.
El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
sólo yo podía estar
entre las rosas finales.
Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.
Los árboles se olvidaron,
de mi forma de hombre
errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.
Me retardé hasta la
estrella.
En un vuelo de luz suave,
fui saliéndome a la
orilla,
con la luna ya en el aire.
Cuando yo ya me salía,
ví a los árboles mirarme.
Se daban cuenta de todo
y me apenaba dejarles.
Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con el blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?
¿Cómo decirles que no,
que ya era sólo el
pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.
Y ya muy tarde, ayer
tarde,
oí hablarme a los árboles.
Juan Ramón Jiménez
23 de diciembre de 1881
Moguer (Huelva)
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