TAN LEJANO AMOR
Tan lejano amor
como si una parte de mí
hubiese
escogido el silencio
y se acurrucara en él
con os ojos cerrados.
Oigo halagos, promesas,
incitaciones
como si fuesen dirigidos a
otra mujer.
La que soy se guarda
atrincherada en torre de marfil.
Como la pastora Marcela:
Fuego soy apartado y
espada puesta lejos.
¿De qué heridas convalece mi corazón que yo no sepa:
huidizo, retrechero, un
molusco sumido en concha nácar
que se esconde del mar,
harto del agua?
Floto sobre la vida donde
otrora me sumergiera
descreída quizás, de regreso
de las ilusiones
o simplemente sabia al
fin,
conocedora de los límites
de todo
sin tristeza pero sí rabia
y dolor
ante la creciente
acechanza de la muerte.
¿Por qué si avanzo al
inexorable fin
no me da por retar las
estrictas prohibiciones
y pescar sin descanso en
el río de la vida
de camino hacia el mar?
¿Por qué opto más bien por
este recogimiento de eremita
y con el capuchón, las
sandalias, la lámpara de aceite
vago los días y las noches
como vestal enamorada nada
más
del resplandor que brilla
en las palabras
los anaqueles llenos de
libros en mi casa
la lista inagotable de títulos
para la que nunca hay, ni
habrá
tiempo suficiente?
De lejos me pasa el amor.
El cuerpo a mi lado o los
que se acercan peligrosamente
han perdido la fascinación
de antaño.
Son las horas solas de la
madrugada las queme consuelan ahora
las que me abrazan
las que nada me demandan
las que me aceptan.
Ese es el tiempo en el que
estoy.
Este es el tiempo que
quiero.
Y sin embargo
aquí escribo
mi desconcierto.
Gioconda Belli
Cuadro de Edward Hopper
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